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Anarquía: una cuestión de vocablos

Daniel Guérin

La palabra Anarquía es vieja como el mundo. Deriva de dos voces del griego antiguo: an (an) y arch (arjé), y significa, aproximadamente ausencia de autoridad o de gobierno. Pero, por haber reinado durante miles de años el prejuicio de que los hombres son incapaces de vivir sin la una o el otro, la palabra anarquía pasó a ser, en un sentido peyorativo, sinónimo de desorden, de caos, de desorganización.

Gran creador de definiciones ingeniosas (tales como la propiedad es un robo), Pierre-Joseph Proudhon se anexó el vocablo anarquía. Como si quisiera chocar al máximo, hacia 1840 entabló con los filisteos este provocativo diálogo:

– Usted es republicano.

– Republicano, sí; pero esta palabra no define nada. República, significa cosa pública…    También los reyes son republicanos.

– Entonces, ¿es usted demócrata?

– No.

– ¡Vaya! ¿No será usted monárquico?

– No.

– ¿Constitucionalista?

– ¡Dios me libre!

– ¿Aristócrata, acaso?

– De ningún modo.

– ¿Desea un gobierno mixto?

– Menos todavía.

– ¿Qué es, pues, usted?

– Soy anarquista.

Para Proudhon, más constructivo que destructivo, pese a las apariencias, la palabra anarquía –que, en ocasiones, se allanaba a escribir an-arquía para ponerse un poco a resguardo de los ataques de la jauría de adversarios- significaba todo lo contrario de desorden, según veremos luego. A su entender, es el gobierno el verdadero autor de desorden. Únicamente una sociedad sin gobierno podría restablecer el orden natural y restaurar la armonía social. Arguyendo que la lengua no poseía ningún vocablo adecuado, optó por devolver al antiguo término anarquía su estricto sentido etimológico para designar esta panacea. Pero, paradójicamente, durante sus acaloradas polémicas se obstinaba en usar la voz anarquía también en el sentido peyorativo de desorden, obcecación que heredaría su discípulo Mijaíl Bakunin, y que sólo contribuyó a aumentar el caos.

Para colmo, Proudhon y Bakunin se complacían malignamente en jugar con la confusión creada por las dos acepciones antinómicas del vocablo; para ellos, la anarquía era, simultáneamente, el más colosal desorden, la absoluta desorganización de la sociedad y, más allá de esta gigantesca mutación revolucionaria, la construcción de un nuevo orden estable y racional, fundado sobre la libertad y la solidaridad.

No obstante, los discípulos inmediatos de ambos padres del anarquismo vacilaron en emplear esta denominación lamentablemente elástica que, para el no iniciado, sólo expresaba una idea negativa y que, en el mejor de los casos, se prestaba a equívocos enojosos. Al final de su carrera, ya enmendado, el propio Proudhon no tenía reparos en autotitularse federalista. Su posteridad pequeño-burguesa preferiría, en lugar de la palabra anarquismo, el vocablo mutualismo, y su progenie socialista elegiría el término colectivismo, pronto reemplazado por el de comunismo.

Más tarde, a fines del siglo XIX, en Francia, Sébastien Faure tomó una palabra creada hacia 1858 por un tal  Joseph Déjacque y bautizó con ella a un periódico: Le Libertaire, [El Libertario]. Actualmente, anarquista ylibertario pueden usarse indistintamente.

Pero la mayor parte de estos términos presentan un serio inconveniente: no expresan el aspecto fundamental de las doctrinas que pretenden calificar. En efecto, anarquía es, ante todo, sinónimo de socialismo. El anarquista es, primordialmente, un socialista que busca abolir la explotación del hombre por el hombre, y el anarquismo, una de las ramas del pensamiento socialista. Rama en la que predominan las ansias de libertad, el apremio por abolir el Estado. En concepto de Adolph Fischer, uno de los mártires de Chicago, «todo anarquista es socialista, pero todo socialista no es necesariamente anarquista».

Ciertos anarquistas estiman que ellos son los socialistas más auténticos y consecuentes. Pero el rótulo que se han puesto, o se han dejado endilgar, y que, por añadidura, comparten con los terroristas, sólo les ha servido para que se los mire casi siempre, erróneamente, como una suerte de «cuerpo extraño» dentro de la familia socialista. Tanta indefinición dio origen a una larga serie de equívocos y discusiones filológicas, las más de las veces sin sentido. Algunos anarquistas contemporáneos han contribuido a aclarar el panorama al adoptar una terminología más explícita: se declaran socialistas o comunistas libertarios.

UNA REBELDIA VISCERAL

El anarquismo constituye, fundamentalmente, lo que podríamos llamar una rebeldía visceral. Tras realizar, a fines del siglo pasado, un estudio de opinión en medios libertarios, Agustín Hamon llegó a la conclusión de que el anarquista es, en primer lugar, un individuo que se ha rebelado. Rechaza en bloque a la sociedad y sus cómitres. Es un hombre que se ha emancipado de todo cuanto se considera sagrado, proclama Max Stirner. Ha logrado derribar todos los ídolos. Estos «vagabundos de la inteligencia», estos «perdidos», «en lugar de aceptar como verdades intangibles aquello que da consuelo y sosiego a millares de seres humanos, saltan por encima de las barreras del tradicionalismo y se entregan sin freno a las fantasías de su crítica impudente».

Proudhon repudia en su conjunto al «mundo oficial» -los filósofos, los sacerdotes, los magistrados, los académicos, los periodistas, los parlamentarios, etc.- para quienes «el pueblo es siempre el monstruo al que se combate, se amordaza o se encadena; al que se maneja por medio de la astucia, como al rinoceronte o al elefante; al que se doma por hambre; al que se desangra por la colonización y la guerra». Elisée Reclus explica por qué estos aprovechados consideran conveniente la sociedad: «Puesto que hay ricos y pobres, poderosos y sometidos, amos y servidores, césares que mandan combatir y gladiadores que van a la muerte, las personas listas no tienen más que ponerse del lado de los ricos y de los amos, convertirse en cortesanos de los césares».

Su permanente estado de insurrección impulsa al anarquista a sentir simpatía por los que viven fuera de las normas, fuera de la ley, y lo lleva a abrazar la causa del galeote y de todos los réprobos. En opinión de Bakunin, Marx y Engels son muy injustos cuando se refieren con profunda desprecio al Lumpenproletariat, el «proletariado en harapos», «pues en él, únicamente en él, y no en la capa aburguesada de la masa obrera, reside el espíritu y la fuerza de la futura revolución social».

En boca de su Vautrin, poderosa encarnación de la protesta social, personaje entre rebelde y criminal, Balzac pone explosivos conceptos que un anarquista no desaprobaría.

LA AVERSIÓN POR EL ESTADO

Para el anarquista, de todos los prejuicios que ciegan al hombre desde el origen de los tiempos, el del Estado es el más funesto. Stirner despotrica contra los que «están poseídos por el Estado» «por toda la eternidad». Tampoco Proudhon deja de vituperar a esa «fantasmagoría de nuestro espíritu que toda razón libre tiene como primer deber relegar a museos y bibliotecas». Así diseca el fenómeno: «Lo que ha conservado esta predisposición mental y ha mantenido intacto el hechizo durante tanto tiempo, es el haber presentado siempre al gobierno como órgano natural de justicia, como protector de los débiles». Tras mofarse de los «autoritarios» inveterados, que «se inclinan ante el poder como los beatos frente al Santísimo», tras zamarrear a «todos los partidos sin excepción», que vuelven «incesantemente sus ojos hacia la autoridad como su único norte», hace votos porque llegue el día en que «el renunciamiento a la autoridad reemplace en el catecismo político a la fe en la autoridad».

Kropotkin se ríe de los burgueses, que «consideran al pueblo como una horda de salvajes que se desbocarían en cuanto el gobierno dejara de funcionar». Adelantándose al psicoanálisis, Malatesta pone al descubierto el miedo a la libertad que se esconde en el subconsciente de los «autoritarios».

¿Cuáles son, a los ojos de los anarquistas, los delitos del Estado?

Escuchemos a Stirner: «El estado y yo somos enemigos». «Todo Estado es una tiranía, la ejerza uno solo o varios». El Estado, cualquiera que sea su forma, es forzosamente totalitario, como se dice hoy en día: «El Estado persigue siempre un sólo objetivo: limitar, atar, subordinar al individuo, someterlo a la cosa general (…). Con su censura, su vigilancia y su policía, el Estado trata de entorpecer cualquier actividad libre y considera que es su obligación ejercer tal represión porque ella le es impuesta (…) por su instinto de conservación personal». «El Estado no me permite desarrollar al máximo mis pensamientos y comunicárselos a los hombres (…) salvo si son los suyos propios (…). De lo contrario, me cierra la boca».

Proudhon se hace eco de las palabras de Stirner: «El gobierno del hombre por el hombre es la esclavitud». «Quien me ponga la mano encima para gobernarme es un usurpador y un tirano. Lo declaro mi enemigo». Y luego pronuncia una tirada digna de Molière o de Beaumarchais: «Ser gobernado significa ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado, censurado, mandado, por seres que carecen de títulos, ciencia y virtud para ello (…). Ser gobernado significa ser anotado, registrado, empadronado, arancelado, sellado, medido, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, apostillado, amonestado, contenido, reformado, enmendado, corregido, al realizar cualquier operación, cualquier transacción, cualquier movimiento. Significa, so pretexto de utilidad pública y en nombre del interés general, verse obligado a pagar contribuciones, ser inspeccionado, saqueado, explotado, monopolizado, depredado, presionado, embaucado, robado; luego, a la menor resistencia, a la primera palabra de queja, reprimido, multado, vilipendiado, vejado, acosado, maltratado, aporreado, desarmado, agarrotado, encarcelado, fusilado, ametrallado, juzgado, condenado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado y, para colmo, burlado, ridiculizado, ultrajado, deshonrado. ¡Eso es el gobierno, ésa es su justicia, ésa es su moral! (…) ¡Oh personalidad humana! ¿Cómo es posible que durante sesenta siglos hayas permanecido hundida en semejante abyección?».

Para Bakunin, el Estado es una «abstracción que devora a la vida popular», un «inmenso cementerio donde, bajo la sombra y el pretexto de esa abstracción, se dejan inmolar y sepultar generosa, mansamente, todas las aspiraciones verdaderas, todas las fuerzas vivas de un país».

Al decir de Malatesta, «el gobierno, con sus métodos de acción, lejos de crear energía, dilapida, paraliza y destruye enormes fuerzas».

A medida que se amplían las atribuciones del Estado y de su burocracia, el peligro se agrava. Con visión profética, Proudhon anuncia el peor flagelo del siglo XX: «El funcionarismo (…) conduce al comunismo estatal, a la absorción de toda la vida local e individual dentro de la maquinaria administrativa, a la destrucción de todo pensamiento libre. Todos desean abrigarse bajo el ala del poder, vivir por encima del común de las gentes». Es hora de acabar con esto: «Como la centralización se hace cada vez más fuerte (…), las cosas han llegado (…) a un punto en el que la sociedad y el gobierno ya no pueden vivir juntos». «Desde la jerarquía más alta hasta la más baja, en el Estado no hay nada, absolutamente nada, que no sea un abuso que debe reformarse, un parasitismo que debe suprimirse, un instrumento de la tiranía que debe destruirse. ¡Y habláis de conservar el Estado, de aumentar las atribuciones del Estado, de fortalecer cada vez más el poder del Estado! ¡Vamos, no sois revolucionarios!».

Bakunin no se muestra menos lúcido cuando vislumbra, angustiado, que el Estado irá acentuando su carácter totalitario. A su ver, las fuerzas de la contrarrevolución mundial, «apoyadas por enormes presupuestos, por ejércitos permanentes, por una formidable burocracia», dotadas «de todos los terribles medios que les proporciona la centralización moderna» son «un hecho monumental, amenazador, aplastante».

Fragmento del Libro EL ANARQUISMO:

DE LA DOCTRINA A LA ACCIÓN

de Daniel Guérin, Texto extraído y libro completo en http://www.kclibertaria.comyr.com/lhtml/l024.html

Fuente: http://noticiasyanarquia.blogspot.com.es/2012/05/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_3699.html

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Comunismo libertario (una aclaración)

1-El Comunismo Libertario tiene como padre al poco conocido anarquista italiano Carlo Cafiero (1846-1892). En su obra Anarquía y Comunismo, escrita en 1880, realiza una revisión al colectivismo de Bakunin, alegando que la teoría del valor-trabajo (Se obtiene de la sociedad la parte proporcional a lo que se ha producido, con lo cual, los medios de producción son colectivos, pero lo producido es individual) produciría una sociedad desigual, con distinciones de clase (Entre habilidosos y torpes), algo indeseable para el anarquismo. Más tarde Piotr Kropotkin (1842-1921) conoció a Cafierto y maduró sus ideas. Publicando en 1892 La conquista del pan [pinchando aquí puedes acceder a la entrada sobre La conquista del Pan con un enlace a la obra en pdf],obra clave que definiría el comunismo libertario, mostrando una sociedad basada en el principio de Necesidad (Lo producido se distribuye según la necesidad, siendo pues comunales tanto los medios de producción como los propios productos, con lo que se logra una sociedad totalmente igualitaria). El comunismo libertario se opone a la dictadura del proletariado propia del Marxismo como punto para llegar a la sociedad igualitaria, al igual que el resto del movimiento anarquista.

Es pues el comunismo libertario una rama del anarquismo, producto del pensamiento de anarquistas, y no una síntesis con la teoría marxista. De hecho, no incorpora nada de la teoría marxista, ya que ésta defiende el valor-trabajo y la existencia del dinero en las primeras fases del socialismo, algo que no es compartido con los comunistas libertarios.

2-El símbolo de la A circulada no fue utilizada por el movimiento anarquista hasta finales de la década de 1960. El símbolo de la hoz y el martillo empezó a ser utilizado por los bolcheviques (marxistas) rusos en 1917, simbolizando que la revolución unía a campesinos y obreros. Ambos símbolos son pues muy posteriores al nacimiento del comunismo libertario. Los símbolos que encontramos más arriba son producto de gente que, desconociendo los orígenes del comunismo libertario, pensando que se trataba de la síntesis de anarquismo y marxismo, han decidido crear un símbolo que representa una idea errónea.

3-El nombre de comunismo libertario no proviene de la síntesis, sino de la oposición, siendo denominado a menudo el marxismo por los anarquistas como “Comunismo Autoritario”.

4-Tampoco es la síntesis de comunismo y anarquismo la teoría conocida como Marxismo Libertario, ya que ésta teoría defiende la dictadura del proletariado, eso sí, dando menos importancia al partido y más a colectivos y consejos obreros, formando estructuras más libertarias(pero no antitautoritarias, como en el caso del anarquismo). Es por tanto el marxismo libertario una rama del marxismo que tampoco tiene nada que ver con el anarquismo.

Fuente: http://noticiasyanarquia.blogspot.com.es/2012/10/comunismo-libertario-una-aclaracion.html

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Anarquía y anarquismo

El anarquismo en su génesis, en sus aspiraciones en sus métodos de lucha no está necesariamente vinculado a ningún sistema filosófico.
El anarquismo nació de la rebelión moral contra las injusticias sociales. A partir del momento en que aquellos hombres que se sintieron como sofocados por el ambiente social en que estaban obligados a vivir y cuya sensibilidad quedó herida ante el dolor ajeno, y ante el suyo propio, y en que estos hombres se convencieron de que gran parte del dolor humano no se debe fatalmente a inexorables leyes naturales o sobrenaturales, sino que proviene de hechos sociales que dependen de la voluntad humana -entonces se abrió el camino que debía llevar al anarquismo.
Había que buscar las causas específicas de males sociales y los medios capaces de destruirlas.
Y, cuando algunos creyeron que la causa fundamental del mal era la lucha entre los hombres con el consiguiente dominio de los vencedores y la represión y explotación de los vencidos, cuando vieron que este dominio de unos frente a la sumisión de otros, a través de la historia, había provocado la propiedad capitalista y el Estado y propiedad -entonces nació el anarquismo.
<<Pensiero e Volontà>>, 1 de septiembre de 1925

Dejando a un lado la incierta filosofía, prefiero atenerme a las definiciones vulgares que nos dicen que la Anarquía es una forma de convivencia social en la cual los hombres viven como hermanos sin que nadie pueda reprimir y explotar a los demás y en la que todos disponen de los medios que la civilización pueda ofrecerlas para alcanzar el máximo desarrollo moral y material; y el Anarquismo es el método para realizar la anarquía mediante la libertad, sin gobierno, o sea sin órganos autoritarios que por la fuerza, aunque con buenos fines, imponen a los demás su voluntad.
<<Pensiero e Volontà>>, 1 de septiembre de 1925

Anarquía significa sociedad organizada sin autoridad, entendiéndose por autoridad la facultad de imponer la propia voluntad, y no ya el hecho inevitable y benéfico de que quien mejor entienda y sepa hacer una cosa consiga con más facilidad hacer que se acepte su opinión, y sirva de guía, en esa cosa determinada, a aquellos que son menos capaces que él.
Para nosotros, la autoridad no sólo no es necesaria para la organización social, sino que, además, vive de ella como parásito, impide su evolución y desarrolla sus ventajas en provecho casi exclusivo de una determinada clase que explota y oprime las demás. Mientras en una colectividad haya armonía de intereses, mientras nadie quiera o disponga de medios para explotar a los demás, no habrá huellas de autoridad; cuando sobrevienen las luchas intestinas y la colectividad se divide en vencedores y vencidos, entonces aparece la autoridad que, por supuesto, queda en manos de los más fuertes y sirve para confirmar, perpetuar y engrandecer su victoria.
Así lo creemos, y por eso somos anarquistas; si no creyéramos posible una organización sin autoridad, seríamos autoritarios; porque preferimos aún la autoridad, que paraliza y entristece la vida, a la desorganización que la hace imposible.
<<Pensiero e Volontà>>, 1 de septiembre de 1925

Pero, ¿cuántas veces tendremos que repetir que no queremos imponer nada a nadie; que no creemos ni posible ni deseable querer el bien de la gente por la fuerza y que lo único que queremos es que nadie nos imponga a nosotros su voluntad, que nadie pueda imponer a los demás su forma de vida social de no ser libremente aceptada?
<<Umanità Nova>>, 25 de agosto de 1920

El socialismo (y con más razón el anarquismo) no puede ser impuesto, ya sea por razones morales de respeto a la libertad, ya sea por la imposibilidad de aplicar <<a la fuerza>> un régimen de justicia para todos. No puede ser impuesto a la mayoría por una minoría, pero tampoco por la mayoría a una o varias minorías.
Por eso somos anarquistas, es decir, queremos que todos tengan la libertad <<efectiva>> de vivir como quieran, lo cual no es posible sin expropiar a los que actualmente detienen la riqueza social y sin poner los medios de trabajo a disposición de todos.
<<Umanità Nova>>, 2 de septiembre de 1922

…La base fundamental del método anarquista es la libertad, y, por lo tanto, luchamos y lucharemos contra todo lo que viole la libertad (libertad igual para todos), cualquiera que sea el régimen dominante: monarquía, república u otros.
<<Umanità Nova>>, 27 de abril de 1922

Nosotros, por el contrario, no pretendemos poseer la verdad absoluta, creemos más bien en la verdad social; la mejor forma de convivencia social no es algo fijo, válido para todos los tiempos y para todos los lugares, algo que pueda determinarse con anticipación, sino algo que, una vez asegurada la libertad, se va descubriendo y llevando gradualmente a la práctica con los menores roces y la menor violencia posibles. Por eso nuestras soluciones dejan siempre la puerta a varias soluciones y, a poder ser, mejores.
<<Umanità Nova>>, 16 de septiembre de 1921

El análisis a mi pregunta <<¿cómo hacéis para saber de qué modo se orientará mañana vuestra república?>> plantea otra pregunta: <<¿Cómo sabéis de qué modo se orienta vuestro anarquismo?>> Y es justo: son demasiados y demasiado complejos los factores de la historia, es tan incierta y aleatoria la voluntad humana que nadie podría seriamente profetizar el porvenir. Pero la diferencia entre nosotros y los republicanos es que nosotros y nuestro anarquismo no queremos cristalizarlo en dogmas ni imponerlo a la fuerza; será lo que pueda ser y se desarrollará a medida que los hombres y las instituciones pasen a ser más favorables a la libertad y a la justicia integrales.
<<Pensiero e Volontà>>, 15 de mayo de 1924

Nuestro objetivo es el bien de todos, la eliminación de todos los sufrimientos y la generalización de todas las alegrías que puedan depender de la voluntad humana; es la paz y el amor entre todos los seres humanos; es una nueva y mejor civilización, una humanidad más digna y feliz. Pero creemos que el bien de todos no puede alcanzarse realmente más que con la consciente colaboración de todos; creemos que no existen fórmulas mágicas capaces de resolver las dificultades; que no hay doctrinas universales e infalibles aplicables a todos los hombres y a todos los casos; que no hay hombres y partidos providenciales que puedan sustituir útilmente la voluntad de los demás por la suya propia y hacer el bien a la fuerza; creemos que la vida social adquiere siempre las formas que resultan del contraste  de los intereses ideales de los que piensan y quieren. Por eso convocamos a todos a pensar y a querer.
<<Pensiero e Volontà>>, 1 de enero de 1924

Anarquista es, por definición, aquél que no quiere estar oprimido y no quiere ser opresor; aquél que quiere el máximo bienestar, la máxima libertad, el máximo desarrollo posibles de todos los seres humanos.
Sus ideas, su voluntad tienen origen en el sentido de simpatía, de amor, de respeto hacia todos los humanos: sentimiento que debe ser lo bastante fuerte para inducirlo a desear el bien de los demás  como el suyo propio y a renunciar a aquellas ventajas personales que exigen, para ser obtenidas, el sacrificio de los demás.
De no ser así, ¿por qué debería ser enemigo de la opresión y no procurar, en cambio, convertirse en opresor?
El anarquista sabe que el individuo no puede vivir fuera de la sociedad, que incluso no existe, en cuanto individuo humano, de no ser porque lleva en sí los resultados de incontables generaciones pasadas y se aprovecha durante toda la vida de la colaboración de sus contemporáneos.
Sabe que la actitud de cada uno influye, directa o indirectamente, sobre la vida de todos reconoce, por lo tanto, la gran ley de la solidaridad que predomina en la sociedad como en la naturaleza. Y, como desea la libertad de todos, tiene que desear que la acción de esta necesaria solidaridad, en lugar de ser impuesta y sufrida inconsciente e involuntariamente, en lugar de ser desatendida y ser explotada con ventaja para unos en detrimento de otros, pase a ser consciente y voluntaria y se realice, por lo tanto, en igual beneficio de todos.
O ser oprimido, o ser opresor, o cooperar voluntariamente para el mayor bien de todos. No hay otra alternativa posible; y los anarquistas están naturalmente, y no pueden no estarlo, a favor de la cooperación deliberada y libre.
Que no nos vengan con <<filosofías>> y hablarnos de egoísmo, altruismo u otros rompecabezas. Estamos de acuerdo: somos todos egoístas, todos buscamos nuestra satisfacción. Pero es anarquista aquél cuya máxima satisfacción es la de luchar para el bien de todos, para la realización de una sociedad en la que él pueda encontrarse, hermano entre hermanos, en medio de hombres sanos, inteligentes cultos y felices. El que, en cambio, puede adaptarse, contento, a vivir entre esclavos y a sacar provecho del trabajo de los esclavos, no es, no puede ser anarquista.
<<Volontà>>, 15 de junio de 1913

Para ser anarquista no basta reconocer que la anarquía es un hermoso ideal -cosa que, al menos de palabra, la reconocen todos, incluidos los soberanos, los capitalistas, los policías, y creo, incluso el mismo Mussolini-, sino que hay que querer luchar para alcanzar la anarquía, o por lo menos acercarse a ella, procurando atenuar el dominio del Estado y del privilegio y reclamando siempre mayor libertad y mayor justicia.
<<Pensiero e Volontà>>, 16 de mayo de 1925

¿Por qué somos anarquistas?
Además de nuestras ideas sobre el Estado político y sobre el gobierno , o sea sobre la organización coactiva de la sociedad, que determinan nuestra característica específica, y de nuestras ideas acerca de la mejor manera de asegurar a todos el uso de los medios de producción y la participación en las ventajas de la vida social, somos anarquistas por un sentimiento que es la fuerza motriz de todos los verdaderos reformadores sociales y sin el cual nuestro anarquismo sería una mentira o un sinsentido.
Este sentimiento es el amor por los hombres, es el hecho de sufrir por los sufrimientos ajenos. Si como, no puedo comer a gusto al pensar que algunos mueren de hambre; si compro un juguete para mi hijo y me alegro de su felicidad, mi alegría se amarga al ver ante el escaparate niños con los ojos anhelantes que podrían ser felices con un títere de dos reales y no pueden tenerlo; si me divierto, mi espíritu se entristece al recordar que en prisión gimen muchos seres humanos; si estudio o realizo algún trabajo que me gusta, siento algo así como un remordimiento al pensar que tantos hombres con mayor ingenio que yo están obligados a desperdiciar su vida en una ocupación alienante, muchas veces inútil o perjudicial. Puro egoísmo, como veis, pero un egoísmo al que otros llaman altruismo, y sin el cual, como quiera que se le llame, es imposible ser realmente anarquistas.
El odio a la represión, el deseo de ser libre y de poder expresar la propia personalidad en toda su magnitud no bastan para hacer de alguien un anarquista. La aspiración a la libertad ilimitada, si no va acompañada del amor por los hombres y del deseo de que todos los demás disfruten de igual libertad, puede dar rebeldes, pero no basta para dar anarquistas: rebeldes que, si les basta con la fuerza, se convierten en seguida en explotadores y tiranos.
<<Umanità Nova>>, 16 de septiembre de 1922

Hay individuos fuertes, inteligentes, apasionados, con grandes necesidades materiales o intelectuales, que, al haber pertenecido a la clase de los oprimidos, quieren a toda costa emanciparse y no rechazan la idea de convertirse a su vez un día en opresores: individuos que, al encontrarse coactados por la sociedad actual, desprecian y odian todo tipo de sociedad, y que, al ver que es absurdo querer vivir fuera de la colectividad humana, desearían someter a su voluntad, a la satisfacción de sus pasiones, toda la sociedad, a todos los hombres. A éstos, cuando saben de literatura, se les suele llamar superhombres. Estos no se andan con escrúpulos; éstos quieren <<vivir su vida>>; se reían de la revolución y de toda aspiración futura, quieren disfrutar hoy a toda costa y a costa de quien sea; éstos sacrificarían la humanidad por una hora (hay quien lo dice así textualmente) de <<vida intensa>>.
Estos son rebeldes; pero no son anarquistas. Estos tienen la mentalidad, los sentimientos del burgués frustrado y, cuando lo consiguen, se convierten en burgueses del todo, y no de los menos inofensivos.
Puede que a veces -en las vicisitudes de la lucha- nos los encontremos de lado; pero no podemos, no debemos, no queremos confundirnos con ellos. Y ellos lo saben muy bien.
Sin embargo, a muchos de ellos les gusta decirse anarquistas. Es cierto -y es deplorable.
No podemos impedir que alguien adopte la filiación que quiera y, por otro lado, tampoco podemos nosotros abandonar la filiación que conforma nuestras ideas y que, lógica e históricamente, nos pertenece. Lo único que podemos hacer es vigilar para que no se den confusiones, o al menos las menos posibles.
<<Volontà>>, 15 de junio de 1913

Soy anarquista porque me parece que la anarquía responde mejor que cualquier otro de convivencia social a mi deseo del bien de todos, a mi aspiración a una sociedad que concilie la libertad de todos con la cooperación y el amor entre todos, y ya no porque ésta sea una verdad científica y una ley natural. Me basta que ésta no contradiga ninguna ley conocida de la naturaleza para considerarla posible y luchar por la conquista de la voluntad necesaria para su realización.
<<Umanità Nova>>, 27 de abril de 1922

Soy comunista (libertario, por supuesto), estoy por el libre entendimiento y creo que, con una descentralización inteligente y un intercambio continuo de información, podría llegarse a organizar los intercambios necesarios de productos y satisfacer las necesidades de todos sin tener que recurrir al símbolo moneda que, sin duda, conlleva graves inconvenientes y peligros. Aspiro, como todo buen comunista, a la abolición del dinero, y, como todo buen revolucionario, creo que habrá que desarmar la burguesía devaluando todos los símbolos de riqueza que puedan servir para vivir sin trabajar…
<<Il Risveglio>>, 20 de diciembre de 1922

Puede que muchas veces digamos: la anarquía es la abolición del gendarme, entendiéndose por gendarme cualquier fuerza armada, cualquier fuerza material al servicio de un hombre o de una clase para obligar a los demás a hacer lo que no quieren hacer voluntariamente.
Naturalmente esta fórmula no da una idea ni tan sólo aproximada de lo que se entiende por anarquía, que es una sociedad fundada sobre el libre entendimiento, en la que cada individuo puede alcanzar el máximo desarrollo posible material, moral e intelectual, y en la que encuentra, en la solidaridad social, la garantía de su libertad y de su bienestar. La supresión de la coacción física no basta para que se asuma una dignidad de hombre libre, se aprenda amar a sus semejantes y a respetarles aquellos derechos que desean que les sean respetados y para que se niegue tanto a mandar como a ser mandado. Se puede ser esclavo voluntariamente por atraso mental o por falta de confianza en uno mismo, como se puede ser tirano por maldad o por inconsciencia, cuando no se encuentra la resistencia adecuada. Pero esto no impide que la abolición del gendarme, o sea la abolición de la violencia en las relaciones sociales, sea la base, la condición indispensable sin la cual la anarquía no puede dar frutos, no puede incluso concebirse.
<<Umanità Nova>>, 25 de julio de 1920

Errico Malatesta

Anarquismo: lo que realmente significa. (Emma Goldman)

Parte I.

El anarquismo no podía escapar del destino de todas las ideas innovadoras. De hecho como el más revolucionario e inflexible innovador, el anarquismo necesariamente debe toparse con la combinación de la ignorancia y la malicia del mundo que pretende construir.

¿Cuáles son las objeciones del anarquismo? Primero que el anarquismo es impracticable, aunque un bello ideal. Segundo, que el anarquismo, conlleva a la violencia y la destrucción y, por tanto, debe ser repudiado por vil y peligroso. Tanto el hombre inteligente como la masa ignorante realizan juicios, no a partir de un conocimiento, sino a partir de habladurías o de falsas interpretaciones.

¿Por qué es práctico el anarquismo? El verdadero criterio de lo práctico, por tanto, no es si puede permanecer intacto al final lo erróneo o irracional; hasta cierto punto, consiste en averiguar si el proyecto tiene la vitalidad suficiente como para dejar atrás las aguas estancadas de lo viejo, y levantar al igual, que mantener una nueva vida.

El anarquismo supone para el no letrado, destrucción y violencia. ¿Cómo va a saber el hombre ordinario, que el elemento más violento de la sociedad es la ignorancia, que su poder de destrucción es justamente lo que el anarquismo está combatiendo?

El anarquismo anima al hombre a pensar, investigar, a analizar cada proposición.

Anarquismo: la filosofía de un nuevo orden social basado en la libertad sin restricciones de leyes artificiales; la teoría es que todas las formas de gobierno descansan en la violencia y, por tanto, son erróneos y peligrosos, e igualmente innecesarios.

El individuo y la sociedad han sostenido una persistente y sangrienta batalla a lo largo de los siglos, cada uno luchando por la supremacía, ya que cada uno estaba cegado por el valor y la importancia del otro. Los instintos individuales y sociales –uno, el más potente factor para la iniciativa individual, para el crecimiento, la aspiración, y autorrealización; el otro igualmente un potente para el apoyo mutuo y el bienestar social.

El anarquismo es la única filosofía que brinda al ser humano la consciencia de sí mismo; la cual mantiene que Dios, el Estado y la sociedad no existen, que sus promesas son nulas y están vacías, en tanto sólo pueden ser alcanzadas plenamente a través de la subordinación del hombre.

El anarquismo ha declarado la guerra a las influencias perniciosas, las cuales desde siempre han impedido la combinación armoniosa de los instintos individuales y sociales, del individuo y la sociedad.

La religión, el dominio de la conducta humana, representa el baluarte de la esclavitud humana y todos los horrores que supone.

La propiedad, el dominio de las necesidades humanas, la negación al derecho de satisfacer sus necesidades. En el anarquismo, la organización económica debe consistir en una asociación voluntaria de producción y distribución, gradualmente desarrolladas dentro de un comunismo libertario, el mejor medio de producir con el menor gasto de energía humana. El anarquismo, sin embargo, igualmente reconoce el derecho del individuo o grupo de individuos, para fijar en cualquier momento otras formas de trabajo, en armonía con sus gustos y deseos.

En tanto tal muestra libre de energía humana sólo es posible bajo una completa libertad individual y social, el anarquismo ejerce sus fuerzas contra el tercer y mayor enemigo de toda igualdad social; concretamente el Estado, la autoridad organizada o la ley estatutaria, la dominación de la conducta humana.

De igual modo a como la religión ha encadenado la mente humana, y la propiedad o el monopolio de los objetos, ha sumido y suprimido las necesidades humanas, el Estado ha esclavizado su espíritu, dictando cada fase de la conducta.

Extractos sacados del libro «La palabra como arma» de Emma Goldman

Anarquismo: lo que realmente significa. (Emma Goldman)

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